sábado, 29 de mayo de 2010

Victoria Ocampo y el proyecto cultural de la revista Sur





Publicó artículos críticos y ensayos, tradujo varios de los volúmenes de su propia editorial. Sus obras más importantes fueron la serie Testimonios, diez libros publicados entre 1935 y 1977, en los que recogía sus reflexiones sobre la realidad política, social, y cultural de la Argentina, y su Autobiografía. Fue, además, la primera mujer en ser designada miembro de la Academia Argentina de Letras.

Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo nació el 7 de abril de 1890 a las 16:00 hrs. en la calle Viamonte 482 (Buenos Aires, Argentina), calle que después se llamó avenida Leandro N.Alem. Fue hija de una familia argentina rica y aristocrática, cuyos antepasados se establecieron en esas latitudes, gobernando la región desde los días de la conquista española.

Sus padres fueron, el ingeniero Manuel Ocampo y Ramona de Aguirre de Ocampo. Fue una niña protegida en su infancia y adolescencia y se movió en un medio donde se respetaban y conservaban las tradiciones familiares.

Desde pequeña mostró inclinación por la lectura (en inglés o en francés, especialmente en éste último), aunque nunca fue a la escuela. Sin embargo, recibió una educación muy minuciosa, ya que siempre tuvo profesoras particulares en su casa. Lo que se enseñaba a las mujeres de su clase social en esa época (comienzo de siglo) no era mucho: nociones de aritmética, ortografía, abundante catecismo e historia sagrada, algo de historia argentina, un poco de historia universal, otro poco de ciencias naturales y, además, música (piano, que era obligatorio para toda niña).

Aquella inclinación a la lectura, unida a una notable facilidad para aprender y a una no menos notable retentiva, dio lugar a que su padre se lamentara más de una vez de que ella no hubiese nacido varón, para darle una carrera universitaria.

El francés fue la lengua de su niñez y adolescencia, aunque su conocimiento del inglés fue perfecto y lo mismo puede decirse del italiano.

Pocos datos tenemos de su adolescencia, ésta aparece como un cono de sombra: una joven que espera el amor, el primer contacto violento con la realidad, la muerte de su hermana Clara. Es todo lo que sabemos sobre esta etapa.

En 1910, cuando las jóvenes no salían de su casa, y si lo hacían era para ir a misa con la mirada fija en el suelo, Victoria se bañaba en Mar del Plata, no en la playa exclusiva para mujeres, que en esa época estaba separada de la de los hombres, sino donde se le daba la gana. Bailaba tango, esa danza que para algunos "era indecencia pura", andaba a caballo con breeches y no con polleras. Además, escribía, manejaba autos y quería ser actriz, lo cual provocaba terremotos familiares.

El 8 de Noviembre de 1912, Victoria se casa con el profesor Luis Bernardo Mónaco de Estrada. La ceremonia religiosa se celebra en la casa de sus padres. De viaje de bodas, van a Europa, pero pocas semanas después, ella comprende que Estrada no le desagrada pero la irrita; descubre que es un hombre convencional.

En Roma, dónde luego los lleva el viaje, ella despierta los celos de "Mónaco". Su relación se echa a perder, las peleas son cada vez más violentas, e incluso llevan a las manos. Estando casada, se enamora apasionadamente de Julián Martínez Estrada, primo de su marido, quién, tiempo después, se enamora de ella. Julián era padre soltero.

Una carta anónima denuncia las "relaciones" de Victoria y Julián. Mónaco Estrada enloquece. Esta carta, cuyos primeros efectos son devastadores, es también benéfica, ya que le proporciona el medio de ponerse en contacto con el primo de su esposo.

Cuando regresan a Buenos Aires, ella y Mónaco no dormían juntos y ya ni se hablaban. No se separaron de inmediato, pero el matrimonio era sólo ficción. Victoria y Julián comienzan a verse a escondidas, en casa de él.

En 1916 conoce a José Ortega y Gasset, un filósofo español quien ayudó en la fundación de la revista Sur.

En 1920, Victoria se va a vivir sola, en un departamento situado en la calle Garay, cerca del parque Lezama. Dieciocho años duró la pasión; luego comenzó a entibiarse. Según su propia confesión, nunca tuvo un amor semejante.

En 1930 fundó una revista de ideas y cultura; la revista Sur. La primera edición apareció en Buenos Aires el 1° de enero de 1931, y se editó durante cuatro décadas.

En 1933 fallece Luis Bernardo Mónaco Estrada, su odiado esposo.Victoria, ya viuda, comienza a escribir sus "Testimonios".

En 1936 Victoria es elegida presidente de la "Unión de mujeres argentinas". El fin de esta unión, era luchar con la reforma de la ley de 1926, sobre los derechos de las mujeres casadas. A partir de esta fecha, la unión de mujeres no dejó de luchar por el mejoramiento de la condición femenina en Argentina. Sin embargo, Victoria renuncia en 1938.

En 1939, entre Victoria, una mujer de 49 años, y el sociólogo Caillois, 22 años menor que ella, surge una verdadera pasión.

En 1944 Victoria asume la presidencia de un comité encargado de recaudar fondos, para Francia y sus artistas.

En 1946, Victoria reanuda sus temporadas en Europa para escapar del clima político que había en Argentina. En su paso por París recibe un homenaje de los escritores franceses por la ayuda en su favor durante la guerra.

El antiperonismo de Victoria la llevó a la cárcel en 1953, acusada de guardar en su casa marplatense, armas para los enemigos del régimen. Tenía 63 años. La enviaron al Buen pastor, un instituto para prostitutas.

En 1955, Victoria Ocampo, que no ha previsto la caída del peso y ha invertido fuertes sumas en Sur, se ve obligada a reducir notablemente su nivel de vida. A los sesenta y cinco años, está casi arruinada en relación con su modo de vida anterior. Debe renunciar en parte a sus viajes, limitar sus gastos personales y tener presente el valor real del dinero. No se jacta de ello y sólo confía sus dificultades económicas a los más íntimos. A Gabriela Mistral, tras declinar una invitación que le hace en 1956, le confiesa la pérdida neta de 85.000 pesos de Sur en su 25° aniversario.

En 1960 Victoria supera la barrera de los setenta años. La vieja dama se mantiene activa y sigue atentamente la vida literaria, siempre a cargo de la responsabilidad de Sur.

1962, es un año muy extraño en la vida de Victoria, un año negro marcado por la pérdida de seres queridos, pero también un año feliz, con condecoraciones y homenajes. Además, en este año, el gobierno argentino ofrece a Victoria Ocampo el cargo de embajadora en la India, pero no lo acepta invocando su avanzada edad, y por temor a cambiar sus hábitos de vida.

En enero de 1973, Victoria dona a la UNESCO sus casas de San Isidro (con su mobiliario y sus colecciones) y de Mar del Plata.

Para una mujer que amaba la vida como Victoria; que amaba el mundo y todo lo que éste le dio; que conoció tanta gente a lo largo de su vida; para una mujer cargada de años y de amigos, y a quien la carga de años ha ido, a su vez, cargándola de muertos, la muerte no puede dejar de ser un tema siempre presente. Sin embargo, para ella, la muerte significaba una partida, un viaje a otro lugar para seguir mirando las mismas cosas desde otro ángulo que tiene mucho de misterio... esto le ayudó a superar más fácilmente la muerte de sus seres queridos.
Victoria Ocampo muere el 27 de enero de 1979.

Victoria Ocampo, Intimidades de un visionaria,

Laura Ayerza de Castilho Odile Felgine,

Ed. Sudamericana

Frente y perfil de Victoria Ocampo, Alba Omil, Ed. Sur


EL PROYECTO CULTURAL DE LA REVISTA SUR

En 1931 apareció el primer número de la revista Sur, parte de un proyecto editorial que incluía la publicación de la revista y de libros. La editorial Sur permitió la difusión de las obras de Jóvenes escritores argentinos en Europa en los Estados Unidos y , a la vez, dio a conocer los escritores extranjeros al público argentino.
En sus páginas publicaron Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, y Julio Cortázar, entre otros, y se tradujeron autores como graham Greene, William Faulkner, Virginia Woolf y Albert Camus.
La revista Sur, a pesar de su éxito, también recibía críticas. Si bien uno de sus objetivos editoriales era la publicación de ensayos sobre temas vinculados con lo argentino, se le criticaba una postura europeísta y liberal que privilegiaba la traducción de autores europeos, y una estética vinculada a la del grupo de florida.





EVA Y VICTORIA: DOS MUNDOS ENFRENTADOS





ANEXO: lA LUCHA DE LAS MUJERES ARGENTINAS POR EL VOTO FEMENINO



Una larga lucha del siglo XX. Mujeres y política
El voto de las mujeres en Argentina

María Cecilia Alegre

En Argentina, las primeras mujeres que se ocuparon y preocuparon por organizarse sobre el tema de la participación política y su consecuencia: el sufragio femenino, fueron las militantes del Partido Socialista y las anarquistas. Estas mujeres comenzaron a luchar por conseguir igualdad de derechos y de oportunidades a la par de los hombres, quienes contaban con derechos cívicos casi desde el mismo momento en que plantearon la necesidad de organizar una nación y un Estado nacional argentino.

Para tal fin, las socialistas y anarquistas, siguiendo el ejemplo de sus pares europeas fundaron entre 1900 y 1910 una serie de agrupaciones en defensa de los derechos cívicos de la mujer. Y a ellas las siguieron otros grupos de mujeres, menos radicalizadas pero tan progresistas como ellas, que tenían reivindicaciones similares.

El por qué de la lucha

Al comienzo del siglo XX, el modelo femenino en Argentina estaba cambiando. Las mujeres, aún aquellas que tenían su ámbito de desarrollo en el seno del hogar, aprendieron de los hombres y de las noticias que les llegaban desde Europa y Estados Unidos, que ellas también tenían derechos.

Por la legislación imperante en Argentina en esos años, las mujeres no tenían presencia cívica. Para la ley eran consideradas poco menos que minusválidas o menores de edad eternas, ya que pasaban de depender de su padre al esposo, en caso de casarse, sin solución de continuidad.

En cambio, los hombres tenían derecho al voto y sus derechos como ciudadanos eran plenos desde la primera vez que se votó en el país. Aquí vale una aclaración: no todos los hombres podían ejercer con libertad sus derechos cívicos. Recordemos que en nuestro país los mismos fueron restringidos a una minoría ilustrada que controlaba el voto de los “varones mayores de 18 años”, según conviniera. Esto será así, en principio hasta la llamada Ley Sáenz Peña y la Reforma Electoral de 1912, y aún así se votará con restricciones hasta por lo menos los gobiernos radicales de las primeras dos décadas del siglo XX.

Pero las mujeres quedaban fuera de la vida como ciudadanas, no participaban de la vida política, no tenían derechos cívicos, eran poco menos que incapaces ante la ley.

Los primeros intentos de organización para la lucha por los derechos cívicos

A principios del siglo XX, las mujeres más informadas y con un espíritu de lucha un poco más desarrollado, formaron lo que se conoció como Unión y Labor para el Progreso Femenino y la Protección del Niño en 1900, la Asociación de Universitarias Argentinas en 1902, y en 1905, el Centro Feminista de Buenos Aires y la Liga de Mujeres Librepensadoras.

Como sus nombres lo indican, eran todas agrupaciones que buscaron la reivindicación de los derechos políticos de las mujeres. Y a estas organizaciones se les sumaron las Agrupaciones Femeninas Sufragistas, en 1902 el Centro Socialista Femenina, en 1907 el Comité Pro-sufragio femenino y el Centro Femenino Anarquista; en 1919 el Partido Feminista Nacional. Y en 1930, el Comité Argentino pro-voto de la Mujer.

Cuesta imaginarlo, pero se puede vislumbrar una época de efervescencia política en la que las mujeres más ilustradas y preparadas intentaron organizarse y hacerles conocer a las otras, menos afortunadas, muchas de ella inmigrantes, la necesidad de saber de sus derechos.

La tarea no fue sencilla ni corta: todavía a mitad del siglo XX la mujer argentina seguía sin tener derecho a votar y continuaba sin ejercer sus derechos cívicos. Imaginemos cómo era la vida entonces, nosotras, mujeres modernas, que trabajamos, que defendemos lo que nos parece justo. Que estamos preocupadas, a la par de los hombres, por emitir correctamente nuestro voto, por defender nuestros derechos que nos parecen tan naturales y no discutibles.

Poco a poco, las primeras mujeres luchadoras empezaron a ser acompañadas por otras progresistas, pero menos radicalizadas en sus reivindicaciones. Pero todas con el firme propósito de luchar por conseguir el sufragio femenino y la plenitud de los derechos para la mujer. Y esta lucha no era sencilla porque diariamente se cruzaba con la problemática de la mujer que era mucho más amplia: la mejora de las condiciones de trabajo, pedidos de asistencia, protección para las embarazadas y sus hijos.

Luego del golpe de 1930, las agrupaciones femeninas sufrieron algunos cambios; el conservadurismo que tomó el poder de la mano de Uriburu y Justo, alejando el gobierno del presidente radical Hipólito Yrigoyen, dificultó parte de los reclamos femeninos que debieron abandonar la cuestión de la mujer en general, y centrarse en la cuestión del sufragio en particular.

Los diferentes partidos políticos comenzaron a sumar mujeres dispuestas a pelear por lo suyo, conscientes de que las mujeres fuimos una fuerza importante dentro de la sociedad: en 1933 se crea la Asociación de Mujeres Radicales (de la Unión Cívica Radical); en 1946 la Secretaría Femenina del Partido Laborista, y la Secretaría Femenina de la Unión Cívica Radical. En 1949, el Partido Justicialista organiza su Rama Femenina.

Antecedentes de la participación femenina en el gobierno gracias al voto

Las inquietas mujeres no cejaron en su lucha y lograron que poco a poco se les tomara en cuenta. Así, en 1862 habían logrado que en San Juan se las incluyera en la votación, aunque el voto fuera calificado en las elecciones municipales. Tuvieron que esperar hasta 1921 para que se repitiera la participación: en Santa Fe se promulga una Constitución que aseguraba el voto femenino a nivel municipal, aunque la participación fuera menor.

En 1927, cuando en San Juan se sanciona la nueva Constitución, estas luchadoras logran que se les reconozcan iguales derechos que a los hombres. Pero el golpe de 1930 anula cualquier posibilidad de reconocimiento femenino: las mujeres son eliminadas como ciudadanas del padrón electoral. Habrá que esperar hasta la llegada del gobierno de Perón para que nuevamente se les tenga en cuenta. Pero la lucha no había terminado. Continuaría.

La ley del voto femenino. Eva Perón, año 1947

Ya habían pasado muchos años desde el comienzo de la lucha. Casi medio siglo tardará en imponerse la iniciativa levantada por aquellas mujeres a principios del siglo XX, para que la población femenina con mayoría de edad accediera al derecho a elegir y ser elegidas. No existía ningún fundamento legal para la exclusión de las mujeres a la hora de emitir sufragio, eran más bien las concepciones sociales predominantes, anticuadas, desactualizadas, no acordes con lo que sucedía en el mundo y con el protagonismo femenino a nivel mundial.

Precisamente, esa ambigüedad legal permitió que en septiembre de 1947, en virtud de la ley 13.010 votada por el Congreso Nacional durante el primer gobierno de Perón, las mujeres obtuviéramos por primera vez derecho a participar de una elección y tener los mismos derechos civiles que los hombres, a pesar de que hacía muchos años que constituíamos una fuerza laboral importante en el desarrollo de Argentina.

La promotora de dicha ley fue la ex primera dama argentina Eva Perón, una de las impulsoras de los reclamos femeninos que muchas otras mujeres enarbolaron hacía medio siglo, y por los que realmente lucharon sin pausa.

Pero fue hasta el 11 de noviembre de 1951 que la mujer argentina emitió por primera vez su voto a la par de los hombres, del resto de los ciudadanos.




miércoles 2 de junio de 2010


Patrimonio cultural: el pensamiento de la fundadora de Sur

Rescatan poemas de Victoria Ocampo

Son tres textos inéditos, escritos a los 16 años para exaltar a la soprano Krusceniski y al poeta Rostand

Tres poemas inéditos de Victoria Ocampo, escritos a los 16 años fruto de la admiración que sentía por la soprano ucraniana Salomea Krusceniski y el poeta y dramaturgo francés Edmond Rostand, así como de su exaltación espiritual, fueron rescatados por la Fundación Sur.

Las piezas -escritas a mano, en francés y en papel de seda- pertenecían al acervo de los herederos de María Mercedes Carranza, quien, junto con su hermana Matilde, fue muy amiga de la adolescente Ocampo. Cada texto lleva como firma el diminutivo "Victorita", y llegaron hace unos días a manos del presidente del Consejo de Administración de la Fundación Sur, Juan Javier Negri.

Las piezas se encontraban en perfecto estado de conservación. Estuvieron durante casi un siglo en un sobre identificado con la leyenda "Pour la Negra et Petite" (" Para la Negra y la Pequeña" ), apodos escritos de puño y letra por Victoria Ocampo, de cuya muerte se cumplirán 30 años en enero de 2009.

Negri precisó que, apenas la Fundación Sur concluya la negociación con el Proyecto Villa Ocampo, en manos de la Unesco, para unificar los archivos sobre Victoria Ocampo, "copias de estos poemas estarán en ese centro documental". La idea, explicó, es que el centro documental unificado del Proyecto Villa Ocampo y la Fundación Sur esté "al alcance de los investigadores en forma gratuita. La obra de Victoria no puede estar arancelada".

Reflexiones de Victoria

Cada uno de los poemas exhibe, señaló Negri a LA NACION, "la independencia de criterio, la libertad intelectual, la exploración de nuevas fronteras del arte y la cultura, el hilo conductor en la vida de Victoria".

La célebre fundadora de la revista Sur pudo conocer poco después en Europa a los protagonistas de su entusiasmo. Y pese a que, por su timidez, no se atrevió a dirigirles la palabra, por lo menos dejó expresado en los sonetos su deslumbramiento por Krusceniski y Rostand.

Victoria compartió, a los 16 años, lecciones de piano con las hermanas Carranza. Ninguna de ellas asistía a la escuela, pues eran educadas en el hogar. Negri sostiene que fue en esas restringidas ocasiones en que las amigas coincidieron en clases de piano cuando Victoria entregó los poemas a las hermanas Carranza.

Misteriosamente, ese testimonio escrito se salvó de las sucesivas "podas" que la propia Victoria Ocampo infligió a sus escritos y documentos, según confiesa en su Autobiografía . Su intercambio epistolar adolescente con Delfina Bunge fue casi el único acervo documental de su adolescencia que sobrevivió.

En el papel con membrete circular que registra las iniciales RVO (Ramona Victoria Ocampo), en el soneto dedicado a Krusceniski, la mecenas escribió en francés "que tu me plais, ô timbre étrange" ( "cuánto me gustas, timbre de voz extraño" ). Victoria escuchó a la soprano por primera vez en 1906, cuando Krusceniski protagonizó "La Wally", de Cilea, con la dirección de Toscanini, en el viejo Teatro de la Opera [aún no existía el Colón], según el relato de Negri.

Victoria pudo conocerla tres años después, una tarde en París. "No pude articular palabra en su presencia. Esto al parecer conmovió a la Walkiria de mis sueños", escribió, encendida, la adolescente Ocampo. La soprano le regaló una foto autografiada en francés.

En tanto, el poema "¡Blancheur!" ( ¡Blancura! ) no tiene un destinatario específico y recoge su anhelo profundo hacia "el infinito del ideal".

Para Negri, los poemas revelan que "Victoria, una escritora en francés, era capaz de expresar ideas y conceptos desde muy temprana edad". Y mostró, ya a los 16 años, una alta sensibilidad hacia las artes.

Más información. La opinión de Negri y una galería de imágenes.
www.adncultura.com.ar

Por Susana Reinoso
De la Redacción de LA NACION

A monsieur Edmond Rostand

El segundo soneto está dedicado "a monsieur Edmond Rostand", dramaturgo y poeta francés (1868-1918), autor de numerosos dramas y comedias, entre ellas Les Romanesques, de 1894, y Cyrano de Bergerac, de 1897. Hacia 1910, Rostand sería considerado el mayor dramaturgo francés.

Soneto

Me gusta, triste, soñar por la tarde, cuando tañe la hora,

Sea con el céfiro perfumado de la primavera

o de un invierno helado la brisa monótona

que de las campanas me trae un sonido claro y vibrante.

Me gusta imaginarme en una playa bretona

Con su arena de oro y el océano inmenso

Y la queja sin fin de las olas que resuena,

Esas olas de tono glauco y espaldas de espuma.

Amo esos días de verano donde el sol cálido brilla,

el pájaro vuela borracho de luz y gorjea,

las flores perfumadas lo embalsaman todo y el prado es tan verde!

Pero lo que llega más a mi alma sensitiva,

lo que la hace llorar y la cautiva

es escuchar, oh Rostand, cantar su alma en verso.


LA NACIÓN CULTURA viernes 14 de marzo de 2008


Rescatan poemas de Victora Ocampo

Patrimonio cultural: el pensamiento de la fundadora de SurRescatan poemas de Victoria Ocampo

Son tres textos inéditos, escritos a los 16 años para exaltar a la soprano Krusceniski y al poeta Rostand

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